Desnúdate. Como si fuera la última vez que vas a verme sin testigos, como si el infierno estuviera esperando y a través de los grandes ventanales que tenemos al lado no viésemos la nieve sino la más profunda de las hogueras. Desnúdate. Sin prisas. Sin rubor. Quiero aprenderte.
Ven. Acércate. No dejes de acariciarme el rostro como aquella primera vez entre la vegetación. Dame tu mano. Susúrrame al oído aquella canción que vociferabas; aquella canción que te dije que no me gustaba y que sin embargo ha terminado formando parte de mi vida.
Ese pantalón sobra. No debería meter la mano más abajo porque la espesura del bosque puede terminar sorprendiéndome, pero lo hago sin pensar. Sólo siento. Lo hago sin cesar porque busco algo más que el corazón cuando te toco, cuando siento tus pechos excitados contra mí, cuando tu pelo no me deja encontrar tus oídos para hacerte mía y para decírtelo, cuando suenan los teléfonos en medio de la nada y al otro lado no se escucha más que el silbar el viento...
Desnúdate. Como si fuera la primera vez que voy a verte desnuda. Como si tus manos hubiesen aprendido de memoria mi espalda, como si mi espalda se hubiesen acoplado a tus manos. Como si tu tatuaje fuese mi guía, como si tu sexo supiera desde hace siglos que recibiría al mío. Como si mis piernas fuertes y arriesgadas atraparan a las tuyas en pleno deseo. Como esas manos de los novios que pasean por la calle dentro de los bolsillos traseros de los pantalones de desecho del otro.
Tus ojos respiran cuando los abres. Son como dos faros en medio de la oscuridad del mar. Tus labios se vuelven de carne y hueso cuando los toco, ¿sigues pensando que son tan suaves?. Tus caderas se contonean como si nunca me hubieran visto bailar...
Desnúdate. Lentamente. Sin prisas pero con la premura que da el deseo. Acerca tus dedos a mi lengua, tu lengua a mi cuello, tu cuello a mis dientes y tu sexo al mío. Como si el infierno se estuviera derritiendo sin remedio, como si las sábanas gritaran que están perdiendo la batalla. Como si los dos cuerpos fundidos no pudieran ser separados jamás...
Desnúdame. Ahora yo. Quiero ver la reacción de tu mirada, quiero saber qué sentiste cuando tocaste por causalidad mi mano por debajo de la mesa en aquella comida en aquel restaurante de prestado. Haz como si nadie nos viese. Volveremos a pasear a primera hora de la mañana como aquella vez. Volveremos a besarnos. Volveremos a tocar con la misma ansiedad nuestros cuerpos. Volveremos a sentir, a querer sentir, a querer dejar de sentir. Aunque ya sea tarde.
Como si la luz de la habitación se hubiera apagado y sólo quedáramos tú y yo, los dos desnudos. Y la luna. Y una playa lejana y oscura.
El uno frente al otro. Con las rodillas cruzadas, sentados, esperando que el tocadiscos mate nuestra canción y la aguja se aparte del vinilo como señal de que podemos empezar a tocarnos.
Sólo una vez más. Seguiré a tu bruja donde quiera que vaya ella o vayas tú. Como aquella noche entre los coches. Como aquella noche cuando los dos supimos que nunca más nos volveríamos a besar...
No hay comentarios:
Publicar un comentario