domingo, 11 de enero de 2009

INOCENCIA Y JABÓN


Como si supiese que soplando van a salir, Mar mira el cacharrito que de pequeños todos hemos deseado. Su madre sopla. Con poca fuerza, eso sí, pero consigue que salgan las primeras pompas de jabón. Tiene sólo dos años, y la tía ya sabe como explotarlas. A mí me costó casi catorce para enterarme.

Con la inocencia aún intacta, el deseo por aprender de los estímulos y la sonrisa permanente en la mirada, Mar explota las pompas en medio de carcajadas británicas y españolas por igual. Ese ratito por sí sólo valdría una vida. Las pompas volaban al ritmo que marcaba el aire fresco de la mañana en la cafetería. Ella las pisaba, las remataba cuando las había pisado. Las seguía con la mirada y un instante antes de que desaparecieran para siempre en el suelo las manoseaba hasta quedar empapada por su frescor.

Mar es lista. Sabe que las pompas de jabón salen de ese aparatito redondo que su madre sopla. Mide los tiempos hasta que vuelven a salir decenas de pompas. Le gusta el sabor que tienen cuando le explotan en el rostro. Le gusta saltar hasta romperlas de un mordisco.

Su inocencia y el jabón. Buena combinación. Felicidades aunque estés tan lejos.

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