domingo, 11 de enero de 2009

MALDITO DOMINGO

Mis cervicales me recuerdan que sólo voy a heredar cosas negativas. Joder, con lo difícil que es que te dejen algo en herencia, y a mi me van a tocar todos los dolores del cuerpo de legado vitalicio...

El trapecio (palabra preciosa por cierto) creo que es el que me está fastidiando. Ni idea. Yo lo que sé es que tantas horas de ordenador no pueden ser buenas (sólo hace falta verle la cara a Bill Gates)..., y que la falta de actividad (o el exceso de ella, quizá), me está pasando factura. Y sólo tengo 31, que conste.

En fin. Ayer me di cuenta de que hoy era domingo, lo cual ya invitaba a pensar que todo sería un desastre. Tras la botella de ron Barceló (a ésta Muriano no le concedió licencia de ningún tipo afortunadamente), que me bebí casi entera después del almuerzo en casa de unos amigos me esperaba hoy el pico a la baja en la particular montaña rusa que es últimamente mi vida. Así ha sido. Nada más levantarme descubrí que no podía mover apenas la cabeza (espero que los miolastanes se apliquen a ello convenientemente), y diez minutos después de darme cuenta de que hoy tocaba zafarrancho de montaje familiar, todo estaba perdido.

Un desastre. Maderas por todos lados, paquetes que se desenvalan y que luego no sirven, martillazos en dedos inesperados, el derrumbe de la estructura y de postre la frustración de quien está acostumbrado a servir para todo y ahora no logra terminar lo que había empezado. Si fueran como yo, completamente inútil para el bricolaje (es con j, ¿no?), no tendrían ahora la autoestima por los suelos. Yo estoy acostumbrado a no ser un manitas, más bien lo contrario, y ya lo tengo asumido, estoy curado en salud para este tipo de catástrofes...

Total. A media tarde ya lo hemos damos por perdido. Ese armario está gafado. El cuarto se ha quedado como estaba, lleno hasta las trancas de tiestos. El otro cuarto está aún peor. Este maldito ordenador sigue escondiéndome las maquetas y se ríe de mí cuando lo insulto. El teléfono ha sonado quince veces en los últimos diez minutos. Desde el periódico llaman una y otra vez para pedir gilipolleces y afuera, si miro por la ventana, hasta la luna se ha escondido para que no la vea y amenaza con llover mientra aprieta el frío.

Recordadme que la próxima vez que quiera pasar un domingo divertido compre un armario en kit. Sí. Ese armario de los cojones que en el catálogo queda perfecto y que luego, cuando lo sacas del envoltorio, es una puñetera mierda.

Voy a ver si duermo un poco. Antes voy a tratar de terminar de escribir estas líneas de desahogo y volveré a mi página de mañana. Será otra obra de arte, por cierto. Para variar.

Lástima que no quede apenas ron en casa. Porque lo que me apetece ahora es emborracharme, aprovechar el miolastán para noquearme y esperar a que este maldito domingo, con todos sus desastres, pase pronto.

Sólo faltaría que a alguna de las cabezas pensantes (¡¿?¡¿'??'¡'¡) de mi periódico se le ocurriera encargarme una entrevista con Pepito 'el caja', pregonero del carnaval de Chiclana este año. Si lo hacen os aviso. Mataré a alguien. No sé si a quien me vendió el armario inmontable. No se si a quien me recetó un miolastán que ni siquiera me hace cosquillas. No sé si al editor al que le toque llamarme...

Maldito domingo. Lo mejor que puede pasarme es que llegue pronto el lunes, o mejor, el martes, que será un día más bonito por distintas razones. Recibir un SMS de aliento no estaría mal. Una botella de Barceló sería bien recibida. Una cena en el Azahar Costa también serviría... La segunda parte de Donde el corazón te lleve para leer en duermevela podría salvarme este domingo. Estoy descargándome la película. Me gustaría verla. Quizá su historia en imágenes y mirar las fotos robadas durante la última Cabalgata de Reyes compensen este desastre en que hoy me he convertido yo y este maldito domingo...

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