
Acabo de caer en la cuenta. Ese paso de peatones me conoce, reconoce mi silueta cada mañana cuando lo atravieso. Creo que le caigo bien. Seguramente nos terminemos haciendo amigos. Él me entiende, lleva ahí toda la noche, con sus rayitas blancas a medio pintar, desgastadas por el paso de los días. Sólo. Desvalido. Útil.
Esta mañana me he vuelto a pasear sobre él. He intentado no pisar su bata de cola. Estaba recién levantado y la niebla no lo dejaba casi ni respirar. Otros peatones han sido menos corteses. Los ha habido incluso que han escupido. Él no se lo merece. Pronto recibirá su recompensa en forma de una capita de pintura, que falta le va hacienndo.
La mujer del coche que me ha dejado paso era rubia. Los dos la hemos mirado. Ella ha frenado con tiempo, sabiendo reaccionar en cuanto me ha visto. Las ruedas delanteras de su turismo no han pisado siquiera un milímetro de la piel plástica de mi amigo el paso de peatones. Yo la he mirado, como agradeciéndole el gesto. La complicidad se ha desatado. Ella fumaba. Ha dejado de hacerlo apartando el pitillo de sus labios y me ha sonreido. El paso de peatones se ha puesto un poco colorado porque a él también le ha parecido una casualidad.
Es la misma mujer del mismo coche de hace unos días. Hemos coincidido a la misma hora, en el mismo punto. Sobre las mismas rayitas blancas para cruzar.
Mi amigo el paso de peatones sabe que volverá a pasar. Nadie llega por casualidad.
Esta mañana me he vuelto a pasear sobre él. He intentado no pisar su bata de cola. Estaba recién levantado y la niebla no lo dejaba casi ni respirar. Otros peatones han sido menos corteses. Los ha habido incluso que han escupido. Él no se lo merece. Pronto recibirá su recompensa en forma de una capita de pintura, que falta le va hacienndo.
La mujer del coche que me ha dejado paso era rubia. Los dos la hemos mirado. Ella ha frenado con tiempo, sabiendo reaccionar en cuanto me ha visto. Las ruedas delanteras de su turismo no han pisado siquiera un milímetro de la piel plástica de mi amigo el paso de peatones. Yo la he mirado, como agradeciéndole el gesto. La complicidad se ha desatado. Ella fumaba. Ha dejado de hacerlo apartando el pitillo de sus labios y me ha sonreido. El paso de peatones se ha puesto un poco colorado porque a él también le ha parecido una casualidad.
Es la misma mujer del mismo coche de hace unos días. Hemos coincidido a la misma hora, en el mismo punto. Sobre las mismas rayitas blancas para cruzar.
Mi amigo el paso de peatones sabe que volverá a pasar. Nadie llega por casualidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario