Las calles desiertas. La oscuridad acecha. Frío. Las letras vuelan, sobreviven. Las estampitas de la virgen no llegan. El olor a incienso acaba con nosotros. Aquella gitana presagia cosas que nunca supimos.
Las calles desiertas. De madrugada. El movil encendido por si nos atacan, David De María susurra canciones en la televisión mientras tus ojos deben estar ya cerrándose sobre las montañas. Como si el invierno no quisiera irse, como si las palabras fuesen cuchillos, en medio del mar, esperando un taxi vestido de negro. Tú rojo. De rojo y con pantalones que no dejan ver el bosque.
Las calles desiertas. La madrugada se cierra sobre nosotros. Vuelves a mirar hacia atrás como si yo estuviera allí, y me repites que quieres ser una enviada especial al cielo. Que no. No quiero imaginarme este día sin tí, sin verte moverte sin parar, no quiero imaginar que te vas, no quiero despertar sabiendo que nunca más estarás aquí, conmigo, que no, que no quiero.
Las calles desiertas. Casi a medianoche. Coincidimos en las carretera. Volamos. Sentimos. Huimos. Es el destino. Yo quiero verte a cada instante. Serás mi enviada especial al cielo. Dime qué se siente. Dime quién me espera allí. Cuéntame a qué huele el mar cuando anochece, espérame mañana a la salida, no huyas, abrázame antes de dormirte, y no te olvides esta noche de soñar conmigo...
No hay comentarios:
Publicar un comentario