jueves, 23 de abril de 2009

MIS MILLONES

No sé su nombre. Ni siquiera tuve el detalle de preguntárselo porque iba con prisa, como casi siempre.

Bromeó conmigo sobre la espera necesaria para hacernos millonarios. Ella pidió una apuesta, -lo mínimo-, dijo, de todo lo que tuviera bote. Yo jugué mis cuatro columnas semanales de la quiniela, que más que por avaricia juego por diversión dominical.

A los pocos segundos vi la luz que desprendian sus ojos. Era menuda, de unos 45, coqueta y presumida como una adolescente, inquieta. Al salir del puesto de loterías se apresuró a ponerse a mi lado. Hablaba y hablaba pero yo casi no la escuchaba. De repente pronunció la palabra mágica. Cáncer. Tengo cáncer, me espetó.

En ese momento sus ojos me parecieron un poco más cercanos. En ellos había si cabe algo más de pasión, algo más de ternura, mucho más de miedo.

Ella hablaba de dinero, de lo que haría con los millones que le gustaría que le tocaran. -Una clínica para que nadie tenga que esperar en listas interminables para darse quimio-, sería lo primero.

Mientras yo caminaba cabizbajo, con la indecisión de no saber si escuchar el resto de su historia o marcharme corriendo, asustado de una realidad que no había previsto ver ese día y que me llegó al alma por su cercanía.

Cuando me alejé sentí una emoción extraña. Pensé que si me tocase la quiniela, una de esas de muchos millones con las que todo el mundo sueña para dejar de trabajar, haría lo mismo que mi amiga efímera que me puso delante el azar.

Al fin y al cabo el dinero sólo sirve para hacer felíz a quien no lo tiene, o debería servir para eso por lo menos.

Ella lo tenía claro. -Un pellizquito para mis hijos, y el resto para quien está sufriendo-, dijo antes de desaparecer entre los escaparates de la galería comercial donde me la encontré.

Ojalá tengas suerte. Allá donde estés, te llames como te llames, tengas el tipo de cáncer que tengas. Tú ya eres millonaria. La vida te ha reservado un papel estelar y el destino, tarde o temprano, te recompensará con la felicidad que añoras.

Yo ya lo tengo decidido. Yo cambio mi fortuna por tu sonrisa. Yo entrego todo el dinero del mundo si me prometes que la próxima vez que nos encontremos me mirarás y me dirás que has logrado vencer a ese monstruo grandote y feo que te tiene atrapada.

Ni siquiera sé tu nombre. Pero yo cambio mis millones por tu vida.

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