Ahora que tengo un hueco os voy a contar una historia, os voy a contar quien es quien en esta ciudad sin decir nombres, para que jugueis a adivinar qué truculentos personajes se esconden detrás de periodistas revenidos, de políticos que juegan al gato y al ratón, de advenedizos, de gatas salvajes que ronronean entre las piernas de políticos (Berlusconi a la chiclanera), y demás fauna local.
Como lo bueno se hace esperar, apenas os revelaré ahora unos pocos detalles de esta historia, la historia de un pueblo en el que la catetura se lleva hasta el infinito, donde las envidias pasan por tener un coche grande y un campo de lujo pero sin servicios, y donde la mayoría de gente de bien ya se ha marchado.
Érase una vez un político engreído, una periodista frustrada que juega en primera división este año por primera vez y que se cree el ombligo del mundo, un vecino que nunca fue capaz de terminar una carrera y que sin embargo siempre corrió en chándal.
Érase una vez una amiga de lo ajeno, que robaba portadas del Hola a cambio de un poco de atención, érase una vez una mafia, sentada y depie, que adjudicaba las obras siguiendo las directrices de un carnet.
Érase una vez un antónimo de un plebeyo, que dirigía desde la sombra, una red de viajeros sin dueño y sin parné, un hotel donde las fiestas sin freno se escondían, un alcalde eterno, un bigote simpático, un aeroplano inteligente y un montón de limpiadoras (o camareras de piso).
Érase una vez una patulea de profesores con alergia a la tiza, un periodista de ojos pequeños y ceño fruncido que dejó de serlo para nadar en las aguas fecales o una docena de empresarios surgidos de la nada y que apenas saben hablar.
En esta historia también tienen cabida quienes fabricaban y ahora se dedican a hablar.
Érase un gili llegado del norte de África, érase un mediocre golfista de corte clásico con pantalones verde agua, érase una vez un reproche a deshora, una apuesta sin pagar, una crítica malhumorada, un llámame y ya verás.
Érase una vez viniste a mi casa.
Una tarde, en una cabalgata infiel, érase una redacción maldita donde nunca estuvo bien visto follar.
Érase un periódico nuevo, con ganas, sí, con ganas de explotar. Érase una caterva de políticos de medio pelo, un flojo profesional, un maestro, rubio, borracho, que jugó a asesorar.
Dicen que la historia es cíclica. Casi treinta años lleva siéndola en Chiclana. Y para una vez que nos dio una tregua los que tuvieron la oportunidad la cagaron. Cometieron los mismos errores, bailaron con la misma música, escogieron la misma vestimenta, almorzaron con el mismo vino, y, como era de esperar, vinieron a morir al mar.
(continuará)
2 comentarios:
Voy a volver a leerlo, pues ya sabes lo que me gustan estas cosas... A ver si quedamos
quedaremos... y dile a tu esposo que dónde compró aquellos sombreros...
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