Devuélveme la sangre que me sacaste, el calor del infierno que me hiciste vivir.
Devuélveme la discrepancia sin acritud, la discusión sin acarolamiento, el beso sin placer, la envidia y la falta de profesionalidad.
Devuélveme el instinto de supervivencia, la inquietud del rico y la opulencia del pobre, devuélveme la ilusión, la vida, el incienso que robaste, devuélveme la sonrisa.
Cuando te hayas marchado. Cuando sólo seas un recuerdo, una firma, un epitafio.
Cuando hayas decidido ya si me quieres o me odias. Cuando hayas vuelto de tus vaivenes pasajeros, cuando hayas muerto y vuelto a resucitar.
Devuélveme la inquina, el odio y la plegaria. Devuélveme los favores prestados sin esperar nada a cambio, las letras que compuse para tí, el cielo estrellado, devuélve la luna.
Cada vez que anochezca te acordarás de mi. Estás condenado.
Devuélveme la tranquilidad, devuelve el grito a destiempo, la ansiedad.
Cuando estés dímelo.
Cuando me devuelvas todo eso podré descansar.
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