viernes, 23 de octubre de 2009

ANA ROSA

Confesaros que llevo toda la semana atendiendo llamadas de las televisiones.
Hasta se tres programas distintos por canal han llegado a llamarme.
El motivo. Recabar datos sobre la víctima de la secta satánica destapada en Chiclana hace unos días por la Guardia Civil, que yo tuve la suerte de conocer y publicar.

Aunque creí que no lo haría, al final lo ha hecho.

Esta persona, cuya identidad nosotros guardamos celosamente para no perjudicarla y
porque ella aseguraba que no tenía ningún afán de protagonismo, ha salido a cara descubierta en varios programas, al menos uno, el de Ana Rosa, que yo haya podido confirmar.

Seguramente a esta mujer le habrán pagado. Yo ya sabía que Telecinco, la empresa para la que trabajan los redactores que la habían tentado, le había ofrecido pasta, y mucha, por contar su historia en un programa de colores cuyo nombre confundo constantemente (Rojo y Negro creo que se llama), que iniciaría el tour mediático por el resto de emisiones y canales.

Sobre si es lícito o no que aparezca en la tele no voy a opinar. Seguramente la primera impresión es que no, pero habría que juzgar si el dinero que han pagado a esta señora lo necesitaba realmente para salir adelante.
Allá cada cual con su intimidad y con contar o no en público sus vivencias.

A lo que iba es a otra cosa, un pequeño detalle que podría pasar desapercibido para muchos pero que a mí me ha llamado poderosamente la atención.

En varias de las llamadas de medios de comunicación recibidas, sobre todo de cadenas serias y coherentes, he tenido la oportunidad de conversar un buen rato con los redactores, algunos ya conocidos por mi.

La mayoría de ellos sabía que su medio no pagaría por la información, y que por tanto, llegarían tarde a la misma.

En algunos casos los profesionales que me han llamado estaban de acuerdo conmigo en que la espiral de sensacionalismo que nos invade acabará con esta profesión, pero que aún sabiéndolo no queda más remedio que correr, que ser más rápido, que devorar al otro para sobrevivir.

Como en la vida misma, aquí siempre habrá grandes y pequeños, gente seria y formal y chapuceros y chabacanos; la cuestión es saber valorar que no triunfa quien antes llega sino quien hace su trabajo de forma coherente, sensata y emocional, y quien, sobre todo, tiene su conciencia tranquila al acabar el día.

Una de las redactoras que me llamaron me decían alto y claro; "yo estoy en la calle si Ana Rosa saca antes que nosotros la entrevista".

Y lo peor es que sé que no iba de farol, que la amenaza de sus jefes era tan real que la muchacha temía no llegar a renovar su contrato en ua cadena de ámbito estatal , de gran prestigio, y que supuestamente no quiere pagar a entrevistados para no ser tan zafia como la competencia.

Para desgracia de quienes nos dedicamos a esto, la anécdota pone de manifiesto la mierda de profesión en la que nos movemos (yo también), a diario...y lo poco que valen las lágrimas, las discusiones, los kilómetros recorridos y las fuerzas perdidas en esto...

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