miércoles, 10 de febrero de 2010

LA CHICA DEL CHANDAL

La joven del chandal camina despacio hacia la puerta y la abre con la convicción de que al otro lado estará la persona que más desea del mundo.

En medio de la oficina, papeles, archivos y ordenadores se acumulan tras años de desidia de sus trabajadores.

Ella lo abraza. Tiende su mano para agarrarlo por la cintura y él se deja seducir, se engatusa, se engalana como una fiesta de pueblo, se relame ante la posibilidad concreta de acostarse con ella.

La joven del chandal camina erguida. Muestra sus encantos, se acerca nuevamente a él para preguntarle si alguna vez ha visto a alguien que le siente mejor un chandal, se deja seducir pero piensa justo en ese mismo momento que está a punto de engañar a su marido.

Él la mira y la desea. Lentamente lleva su mano al rostro de ella, reconoce cada facción de su cara, la besa, la muerde suavemente y finalmente la tumba sobre la mesa del despacho.

Ambos saben que es domingo, que no hay nadie más en las oficinas contiguas ni en el edificio, ambos se dejan llevar y son conscientes de que podrán hacerlo hasta que amanezca.

La chica del chandal comienza a desnudarse.
La chica del chandal goza, descubre, viaja, sueña, muere y resucita en el mismo instante, y un instante antes de sucumbir al orgasmo le susurra al oído de él que no se vaya jamás de su lado, le pide que aquella oficina los una para siempre y le implora que guarde toda la vida su chandal en un cajón del armario de su memoria.

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