viernes, 5 de marzo de 2010

TERNURA, PASIÓN Y DESVELO


Debe ser semana de reencuentros. O quizás la luna llena de Sagres, en el punto más occidental del mundo conocido.

Pero lo cierto es que ahí estaba ella también. Manos asiendo el carrito de bebé, medias negras con retoques de hilo, chaqueta negra y compañía femenina.

Sigue tan sexi como siempre. También tan altiva, tan soez incluso, tan visceral. Debo reconocer que seguramente esa sexualidad encubierta bajo la mala leche fue lo que más me gustaba en su tiempo de ella.

Pasó por mi lado fulgurante, charlando nerviosa y mitigando el impacto de observar que yo me acercaba por la otra acera con su acompañante.

Cuando nos cruzamos noté su mirada de reojo, su aliento como aquellas noches en el viejo Citröen; cuando nos cruzamos no tuve ganas de mirarla y perdí mis ojos en quien me acompañaba a mí contándome no sé qué historias de Barbate y sus políticos corruptos.

Aún conservo sus fotos. Me gusta guardar los recuerdos en mis cajones y sólo algunos, buenos la mayoría, en mi alma.

Ella sigue esbelta (más quizá que entonces), sigue atractiva, sigue teniendo ese espíritu desafiante con quien no le presta atención que ya entonces poseía.

Ahora seguramente estará pensando en mi. Seguramente recordará que fui yo quien le enseñó a amar, que fui yo quien le descubrió los recovecos del sexo, el cariño a deshora, quien le grabó a fuego la paciencia en la espera y el leve temblor de quien desea al otro con ternura, pasión y desvelo.

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