Hoy, a media tarde más o menos, mientras iba con una moneda falsa de 50 céntimos en mis manos, he visto el destino camuflado tras unas gafas de sol.
Agarrados de la mano, la pareja volaba. Callados, a paso cambiado, ella de blanco y piernas morenas al aire. Guapa, o resultona, como casi siempre. Él, con gafas, espíritu de gomaespuma, cabeza en otra parte, acento madrileño.
Hoy, a media tarde más o menos, mientras caminaba en busca de un carrito de la compra, he visto lo que parecía ser y no es. La pareja volvía de ninguna parte, avanzaba hacia un supermercado de color rojo sin ritmo ni destreza, casi por obligación, como lo haría un matrimonio descosido por la costumbre y aderezado por la infidelidad del amor gastado de no usarlo.
Ella ojos negros. Gafas de sol. La mano sudorosa. Él con bandolera (o sin ella), con la cabeza agachada, buscando capirotes y rellenando papeles.
Es curioso. Yo había pensado cinco minutos antes de verlos en esa misma pareja.
No hay comentarios:
Publicar un comentario