Doce de la noche. Afuera llueve. Al otro lado está María. Tiene unos pechos increíbles, es inteligente, y encima trabaja.
María lleva toda la noche sentada en el sofá, allí abre las piernas, coge su teléfono y me incita a seguirla.
Doce y un minuto. Al otro lado María juega. Ella y su imaginación han pactado un rato a solas, un bocadillo de placer, un plan de estudio sin créditos.
Doce y dos minutos. María dice hola. Dos puntos. Se levanta, se acerca y se toca.
Doce y tres minutos. Afuera llueve. La ventana se cierra. Al otro lado está María.
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