domingo, 5 de diciembre de 2010

PACIENCIA

Lo reconozco. A veces me falta. Otras me sobra.
La paciencia es un don divino. No se aprende, ni se hereda, ni se acumula, ni se trabaja, ni se estudia.
La paciencia es un estado de ánimo, una coyuntura, un día después, un beso a deshora, unas palabras de amor sin petición previa.

Como en los hoteles donde colgábamos los carteles de Do Not Disturb, como aquellos bares que cerrábamos, como el invierno colgado en tus manos, como los amores pasados, los coches vendidos, los accidentes sufridos.

Lo reconozco. El pasillo a veces es demasiado largo, la espera demasiado eterna, los latidos demasiado fuertes, los improperios demasiado soeces.

La paciencia es un don divino. No viene en tarros pequeños, no se vende a granel, no se intercambia en mercadillos navideños.

Como en aquellos carteles de no molestar en hoteles de segunda, como en los coches donde las ventanillas ahumadas también se empañaban, como en invierno... paciencia.

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