El viento golpea de nuevo mi ventana mientras todo fluye alrededor.
La vida pasa, -pienso-, y yo sigo aquí, recostado, viendo cómo las hojas caen y se levantan, cómo ya ni la ginebra con tónica ahoga mis penas, cómo las sonrisas al otro lado de la puerta se vuelven cada vez más agresivas.
El viento, seguramente este viento, ha hecho que me entren ganas otra vez de escribir. Hay quien piensa que las cuartillas en blanco tienen poder curativo, que son milagrosas para los dementes, los enfermos de amor, para quienes tienen tendencia a la depresión permanente.
Pues para todos ellos va. Ahora, en un momento en que no encuentro motivos para escribir voy a ponerme de nuevo a hacerlo. En este blog. En este rinconcito de mi casa, dentro de un ordenador maltrecho, con teclas que suenan a viejas y me recuerdan que los años no pasan en balde, y que ya no somos los mismos y que nunca volveremos a ser como éramos.
El viento golpea de nuevo mi ventana.
Pasa, le digo. Estás en tu casa. Estás en mi ínsula imaginaria.
Estás en mi particular Barataria.
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