Embarrados por el vendaval, a las afueras de Chiclana, hay un siglo de caminos, cada uno con su propia historia y sentido.
En momentos de verano no cobran el protagonismo que deberían, polvorientos y áridos como pocos, pero cuando la lluvia inicia su procesión la sensación de reconfortados nos devuelve la calma. Es como si Dios existiera, como si el mundo no fuera mas que una excusa, como si la felicidad no fuera una meta sino un camino.
Ja. Quien teme a la muerte hoy día. En medio de esos caminos polvorientos la muerte es la única aliada. Sólos tu y ella, ella y tu. Sin mas remedio que encontrarnos cara a cara, como si el reflejo del agua en aquella vieja laguna fuera el último reducto de paz de nuestras vidas.
Embarrados por el vendaval de lluvias y viento azotador. Esos caminos vuelven siempre al lecho, siempre dejan el polvo a un lado y se convierten en barrizales de arena y retazos de vidas.
Esos caminos llevan todos al mar. Como siempre. El mar.
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