
Si te pareces a ella eres un sol. Su mirada, inmortalizada en retratos y posavasos, transmite pulcritud, coherencia, sencillez, encanto y sensualidad, por ese orden. Mírame. Ahora. Deja de atusarte el pelo mientras escribes. No hables, sólo respira, suspira. Quiero que te levantes y me beses, que busques con tu lengua lo más recóndito de mi alma, como decía mi amado Bosé, quiero que me conquistes, pero sólo un poco, lentamente, con pausa y sin prisas, como quien está aprendiendo a amar por primera vez.
Audrey Hepburn es un espíritu en tí. Su elegancia y su porte viste de nuevo en tu ropa, se mueve cuando caminas, y regresa al cielo de donde nunca debió salir cuando entras en cualquier habitación ajena durante muchos años a mí.
Míenteme y dime que no te pareces a ella. Que el mundo no me ha dado la oportunidad de conocer quién eres, de verte con su camiseta, de abrazarte mientras afuera llueve con la virulencia de cualquier otoño al uso.
Miénteme y dime que ha vuelto. Que Audrey nunca murió, que sigue viva en tus formas, en ese color verdeoliva de tus ojos, y que aquí está su Gregory Peck particular.
Si te pareces a ella eres un sol. Un sol y una estrella en medio del firmamento de cualquier crítico de cine. Una estrella (aún no sé si fugaz) en medio de mi firmamento...
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