
Buenas noches señor Joaquín. Yo a usted no lo conozco. Seguramente usted a mí ya sí. Tengo entendido que le han hablado mucho de mí. Sí. Estoy casi seguro, que en estos últimos días usted habrá oido algunos comentarios entre dientes sobre quién soy, a qué me dedico; estoy seguro de que habrá sabido de mi existencia por su hija, que aunque no lo crea, se acuerda de usted a todas horas.
Debo decirle que tiene usted una niña adorable. Poco a poco, con algunas reservas al principio, ella me ha contado algunas cosas sobre usted. Quizá más de las que quería confesar en un primer momento, ya sabe usted lo reservada que es para algunas cosas. Pero creo que a medida que va ganando confianza tiene ganas de contarme muchas más historias que hace tiempo calla en lo más profundo de su memoria. Es cuestión de tiempo.
Me he dado cuenta de que ella le quiere mucho, ¿sabe? . Esté seguro de eso, señor Joaquín. Aunque no se lo dijera lo suficiente en su momento, a veces no hacen faltan palabras para expresar lo que se siente por otra persona. Y usted es su padre. Lo es y lo será siempre. Pase lo que pase. Y ella le quiere.
Además, sepa que sólo es cuestión de tiempo que usted y ella vuelvan a encontrarse.
Seguramente, donde quiera que esté la echará en falta. No es para menos. Sepa usted que ese sentimiento es mutuo, por lo que ella me ha contado, por lo que deja entrever su hija cuando habla de usted, ella lo añora un mundo infinito; a veces no lo reconoce abiertamente, pero yo he visto cómo se le iluminan clos ojos cuando habla de usted... Es un sentimiento bonito el que tienen ambos. No lo dude por un momento; tarde o temprano podrán decirse todo lo que nunca se dijeron. Tarde o temprano podrán volver a abrazarse y recuperar el tiempo perdido, no se preocupe...
Ya me voy señor Joaquín. Perdone la indiscreción, pero antes de marcharme sólo me gustaría pedirle una cosa. Si usted ve a su hija antes que yo dígale que no sea cobarde; que haga caso a su corazón en lugar de a su cabeza.
Dígale, señor Joaquín, que las ramas no vuelan sólas a los ojos, que las personas no aparecen jamás por casualidad, y que las lágrimas no deben esconderse; dígale que a cada día y a cada hora que pasa tanto yo como usted la echamos de menos. Que la llevaremos para siempre en lo más profundo de nuestra alma. Dígale que nos ha cambiado la vida, para bien; y que le estaremos eternamente agradecidos por esos pequeños ratitos de felicidad.
Y si es tan amable dígale de mi parte que sea felíz, decida lo que decida, elija lo que elija, donde el corazón la lleve; dígale de mi parte que le deseo que sea dichosa, amada y entendida, se lo merece todo. Ella es un sol. Usted lo sabe.
Un abrazo.
Debo decirle que tiene usted una niña adorable. Poco a poco, con algunas reservas al principio, ella me ha contado algunas cosas sobre usted. Quizá más de las que quería confesar en un primer momento, ya sabe usted lo reservada que es para algunas cosas. Pero creo que a medida que va ganando confianza tiene ganas de contarme muchas más historias que hace tiempo calla en lo más profundo de su memoria. Es cuestión de tiempo.
Me he dado cuenta de que ella le quiere mucho, ¿sabe? . Esté seguro de eso, señor Joaquín. Aunque no se lo dijera lo suficiente en su momento, a veces no hacen faltan palabras para expresar lo que se siente por otra persona. Y usted es su padre. Lo es y lo será siempre. Pase lo que pase. Y ella le quiere.
Además, sepa que sólo es cuestión de tiempo que usted y ella vuelvan a encontrarse.
Seguramente, donde quiera que esté la echará en falta. No es para menos. Sepa usted que ese sentimiento es mutuo, por lo que ella me ha contado, por lo que deja entrever su hija cuando habla de usted, ella lo añora un mundo infinito; a veces no lo reconoce abiertamente, pero yo he visto cómo se le iluminan clos ojos cuando habla de usted... Es un sentimiento bonito el que tienen ambos. No lo dude por un momento; tarde o temprano podrán decirse todo lo que nunca se dijeron. Tarde o temprano podrán volver a abrazarse y recuperar el tiempo perdido, no se preocupe...
Ya me voy señor Joaquín. Perdone la indiscreción, pero antes de marcharme sólo me gustaría pedirle una cosa. Si usted ve a su hija antes que yo dígale que no sea cobarde; que haga caso a su corazón en lugar de a su cabeza.
Dígale, señor Joaquín, que las ramas no vuelan sólas a los ojos, que las personas no aparecen jamás por casualidad, y que las lágrimas no deben esconderse; dígale que a cada día y a cada hora que pasa tanto yo como usted la echamos de menos. Que la llevaremos para siempre en lo más profundo de nuestra alma. Dígale que nos ha cambiado la vida, para bien; y que le estaremos eternamente agradecidos por esos pequeños ratitos de felicidad.
Y si es tan amable dígale de mi parte que sea felíz, decida lo que decida, elija lo que elija, donde el corazón la lleve; dígale de mi parte que le deseo que sea dichosa, amada y entendida, se lo merece todo. Ella es un sol. Usted lo sabe.
Un abrazo.
2 comentarios:
Hola,me a emocionado esta carta,te doy la enhorabuena por tu blog,un saludo de un chiclanero.
Gracias
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