sábado, 27 de diciembre de 2008

VIENTO DE LEVANTE


Odio los días de levante como el de hoy. Me hacen sentirme solo, más vulnerable, mediocre como de costumbre.
Ojalá tuviera la capacidad para cerrar los ojos en esta maldita tarde y aparcar mis miedos, mis inseguridades y mis deseos de volar. Tú sigues ahí, aún no te has ido, pero hace siglos que no puedo verte, hace una eternidad que te deseo y parece mentira que haya podido resistir todo este tiempo sin tocar tus manos.
Esta mañana he despertado pensando en tí. Ahora vuelves a estar en mi cabeza, y no hay forma de hacerte salir. Quizá es demasiado tarde, quizá la única solución sea marcharme bien lejos. O que te vayas tú.

El cielo está despejado. El cristal de las ventanas cruje como si fuese a derrumbarse ante mis ojos. Necesito recordar en qué estaba pensando cuando apareciste, necesito saber porqué esta miserable vida vuelve a poner delante de mí los mismos fantasmas del pasado, por qué no aprendí a volar antes o por qué mi paciencia está a punto de agotarse.

Entre gritos y reproches uno sobrevive como puede. No es fácil enfrentarse al capricho del destino con una base tan endeble como la existencia en sí misma. Los pájaros hoy no vuelan, el viento corta su camino hacia tierras soleadas, y los árboles agitan sus copas y sus ramas con la misma virulencia con la que yo me siento extraño en mi propia casa.

Tal vez sea una sensación pasajera. Tal vez él tacto de tu piel podría acabar con esta impaciencia, tal vez la invariable voluntad de no seguir sufriendo pueda más que mi conciencia...

Dejaré pasar el tiempo. El viento sigle soplando con rabia, con furia, y yo sigo aquí, refugiándome en tus brazos mientras la vida me pasa factura de los errores cometidos en tiempos lejanos. Creo que ahora es momento de recoger velas y marcharse. Es la hora de volar, de aprender a volar si el incienso de aquella iglesia de nuestra infancia sigue oliendo desde lo alto del campanario, es hora de dejar de oponer resistencia al mundo y su cruel destino.
Creo que ha llegado la hora de preguntarnos qué hacemos aquí, si lo que hacemos aquí tiene sentido, o si seguir aquí dejará que sepamos algún día cuál era nuestro destino...

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