jueves, 8 de enero de 2009

DESNUDOS

Desnudos. A treinta y cinco grados a la sombra. El sudor resbala por nuestra piel y nuestra retina, mientras el oleaje y la marea nos aislan contra las rocas. Arriba los mirones. Abajo los osados. El frío del otoño y la carestía del invierno han dejado paso al cielo despejado, al rumor del mar, a la soledad buscada a primera hora de la mañana. Al amor.

Como no quien no quiere la cosa mis dedos se deslizan lentamente hacia tus caderas. Mi sexo vibra. A cada segundo que pasa hace más calor, el ambiente se ha vuelto casi irrespirable pero mi aliento sigue oliendo a fresas, como esta mañana en el hotel. Como anoche en las escaleras tras pagar la habitación. Como ayer por la tarde cuando te llamé para vernos. Como poco antes de colgar el teléfono después de que me dijeras que querías estar para siempre conmigo.

La arena, las rocas, el cielo y el mar se confunden a pocos kilómetros de nuestras condenas. Sólo la sensación de indefensión es superior a nuestra pasión. Desnudos. Fundidos en una única piel, en un único contorno de labios, en una única línea maestra sobre el horizonte esperamos la caída de la tarde. Es como si el reloj de nuestras vidas se hubiese detenido. Como si el infierno hubiese decidido darnos una última oportunidad para encontrar el camino de salida. Como si esta playa, un trozo de arena y agua para muchos, se hubiera convertido en nuestro paraíso particular.

Tus pies siguen fríos. Anoche también lo estaban. Voy a calentarlos de la única forma que sé. Las caricias serán suficientes para rentabilizar los kilómetros realizados, las prisas acumuladas, los atardeceres en solitario o las miradas caprichosas frustradas por el azar.
Dame tu mano. Llévala hasta mi corazón. O más abajo. Ambos músculos están fundidos ahora mismo en uno. Son una misma cosa, laten al unísono, hacen el mismo escorzo, se solidifcan como el agua y la sal del mar.

Acariciame mientras la tarde va cayendo y el sudor se enfría. Mírate en el espejo de mis pupilas mientras el infinito y el más allá se reencuentran en este mismo punto donde los dejamos hace años. El hotel nos espera. Es hora de regresar. El calor sigue siendo asfixiante y ni tu sudor ni el mío nos pertenecen ya. Hemos vuelto a sentir la traición en nuestra piel, el poder de la pasión, la pasión de lo prohibido, el lamento de la transgresión.

Desnudos. En una playa que descubrimos casi por causalidad y que hicimos nuestra desde el principio. Tú de espaldas. Yo abrazándote para protegerte. Olvidando los rencores, las mentiras y hasta los mirones. Déjalos que disfruten, me dices... Ya está. Has perdido. Has caído. Con mis brazos rodeándote has vendido el último pasaporte que tenías para alcanzar la eternidad, has vuelto a caer rendida ante las mismísimas puertas del cielo. Merece la pena, me insistes. ¿Acaso hay algo mejor que verte así de frágil e indefenso?, susurras en mi oido.

Anoche pensabas lo mismo. Entre jadeos prometiste no volver a prometer. Cuando estabas sobre mí devoraste todos tus recuerdos. No dejaste ni uno. Mirabas a uno y otro lado, movías compulsivamente tus caderas. El ritmo crecía. La pasión se desbordaba. El sudor se agotó.
Siempre te digo que tú respiras más fuerte que yo. Tú siempre te quejas de que no protesto si me incomodo, de que no grito si vibro.
Pero anoche yo no podía hacer otra cosa que no fuera mirarte. Dejar de contemplarte desnuda, sobre mí, volando, hubiera sido imperdonable... dejar que mis pupilas no te almacenaran en mi memoria hubiera sido un error.

Sigue. Ahora mismo. Dónde quiera que estés. No dejes de pensar en mí. No dejes de moverte, lentamente, en círculos, como te movías anoche, como si la noche no hubiera acabado aún, como si siempre fuera de noche. Haz de la pasión tu modo de vida, devuélveme las ansias de volar ahora que Cerbero ha perdido las llaves del infierno y el cielo se funde entre tú y yo.
Sigue. Donde quiera que estés. Aprieta mi mano fuerte mientras tu sexo gime aún más fuerte. Grita, susurra, vuelve a gritar y a susurrar, en el orden que quieras.
Hazme el amor a primera hora de la tarde, hazme el amor por la noche, hazme el amor al amanecer. En cualquier momento. Desde dondequiera que estés. Yo te siento.

El tiempo se ha detenido, el reloj se ha parado y tenemos todo el tiempo del mundo... Seguimos sudando. Seguimos a treinta y cinco grados. Tenemos calor. Arriba los mirones. Abajo los osados. Desnudos.

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