domingo, 5 de abril de 2009

LIBRES

Llevo unos cuantos días queriendo escribir de mi trabajo, pero no termino de decidirme. Una vez os expliqué que no me gusta utilizar este pequeño rincón privado para hablar de cosas de las que hablo y divago habitualmente cada día, es decir, de política y políticos, o del resto de cosas que suceden habitualmente en esta nuestra república bananera venida a más.

Bueno. Creo que por esta vez voy a traicionar mis principios y os voy a contar algunos secretos de lo que hacemos a diario.

Para empezar os diré que trabajar en un periódico fue un sueño hecho realidad desde siempre. Siempre quise vivir de escribir, y al menos hoy, soy capaz de sobrevivir, que en los tiempos que corren no es poco.

Sin embargo, cada día que pasa desde que empecé a trabajar en esto estoy más convencido de que menos personas y menos cosas de este mundillo merecen la pena. En estos últimos siete años de mi vida que llevo dedicándome a contar miserias y alegrías (muy pocas éstas últimas, desgraciadamente), he aprendido muchas cosas, sobre todo que la sociedad en la que vivimos está gobernada por los hipócritas, que los hipócritas suelen estar en las listas de los diferentes partidos políticos (sin excepción), y que al final, el juego tiene sus reglas, y o bien las cumples o ya puedes ir preparándote para marcharte a otro sitio y dedicarte a otra cosa.

La prensa en Chiclana (es la que conozco más en profundidad), está compuesta por tres periódicos, una emisora de radio municipal y una (ahora dos) televisiones, amén de algunas revistas y publicaciones periódicas de diferente índole. Pues bien. Ninguno de esos medios, y digo ninguno, está libre de pecado y sospecha, es plenamente autónomo, ni tiene los arrestos necesarios para contar la verdad sin medias tintas, sin matices, sin milongas.

Y eso, queridos y queridas, también ataña a los periodistas que trabajamos en esta maldita ciudad. Cada vez que uno (y me incluyo), de esos profesionales se apuntan un tanto a los demás les rechinan los dientes. Aquí no hay amigos. La presión de cada empresa destroza posibles fidelidades pasajeras y amistades. El infierno en que se convierte el día a día hace que cuando uno se da la vuelta, aparezcan las críticas enconadas, las puñaladas traperas, la envidia.

En una localidad de apenas 78.000 habitantes como ésta es muy difícil encontrar a diario noticias de interés. Los temas son los mismos, quienes participan en la vida pública más o menos siempre son los mismos también, y los partidos políticos parecen empeñados en seguir dando la espalda a los ciudadanos, olvidando que están ahí para ocuparse precisamente de ellos.

Chiclana ya es una ciudad para unas cuantas cosas, pero sigue siendo un pueblo arcaico para muchísimas otras. Y eso se refleja en la incultura de sus gentes, en la falta de interés por todo aquello que no sea tener el bolsillo lleno, conducir el coche más espectacular posible y decorar el chalet de turno con una valla más alta que la del vecino.

Salvo honrosas excepciones, Chiclana carece de argumentos para consolidarse como un municipio atractivo, como una ciudad con encanto, como un lugar cómodo y equipado, como un destino turístico de primer nivel (condición que aunque nos quieren vender que conseguimos por méritos propios,yo creo que más bien la tenemos por casualidad).

En tiempos de bonanza eso ha funcionado, pero cuando ha llegado la crisis la localidad está sufriendo en mayor medida que su entorno la falta de alternativas económicas, la poca diversificación y la estrechez de miras de algunos de sus gobernantes, de ahora y de antaño. Y en lo que a nosotros afecta, cada día es más complicado levantar la voz, sacar los pies del tiesto, contradecir la palabra impuesta.

Y buena parte de culpa de lo que está ocurriendo la tienen los periódicos. En la mayor parte de los casos somos los responsables de que la gente no se entere bien de lo que sucede, o de que, llegado el caso, deje de interesarle lo que sucede, porque nos empeñamos en mirarnos el ombligo y en no atender a lo que la gente realmente necesita.

Además, no hay en Chiclana ni un sólo redactor capaz de contar las cosas como suceden sin mirar a su alrededor antes pensando en las consecuencias de lo que escribe. No hay nadie, en ninguna publicación periódica actual, verdaderamente imparcial, verdaderamente libre para decir lo que piensa y argumentarlo con datos, hechos irrefutables, e impresiones de quien tiene algo que decir al respecto. La mayoría de las veces no es nuestra culpa.

Unos por obligación y otros por devoción, los periodistas de esta localidad (debo reconocer que yo no soy titulado, por lo que para muchos seré siempre un intruso), somos mediocres, bailamos el agua al político de turno que casi siempre es el mismo, y nos dejamos engatusar a las primeras de cambio sin plantar cara, decir -esto no es así-, y nadar contra corriente.

Podeis pensar si quereis que mi visión del papel que jugamos es nefasta. Lo es. Sin duda. Cada día que pasa estoy más convencido de que el futuro de esta profesión no debería pasar por anhelar toda la vida un puesto en cualquier gabinete de prensa. Sin duda lo ideal para nuestra independencia tampoco es tener sobre nuestras nóminas el yugo de salarios tercermundistas y sobre nuestras familias condiciones de trabajo infrahumanas, pero lamentablemente eso es así desde hace años.
Pocos conocen la realidad que hay detrás de cada periodista. Todo el mundo sueña con poder tener la libertad y el poder (entre comillas, ambos), para contar lo que pasa y utilizarlo a su antojo, pero no se dan cuenta de lo difícil que es caminar siempre en el alambre...

Cada día que pasa estoy más convencido de que nosotros somos parte del juego. Se nos utiliza. Se nos vilipendia, se nos odia y se nos ama a la vez, sin medias tintas. A partes iguales. Con un extremismo exacerbado. Con razón o sin ella. Sin pensar que detrás de cada firma, detrás de cada inicial que alguien pone al inicio de una página de un periódico hay personas, almas que sienten y padecen, profesionales que sueñan con ser imparciales como les inculcaron y que se dan de bruces a diario con la dura realidad.

Y eso te obliga a veces a pararte a pensar si es necesario seguir viviendo así, si merece la pena estar en el candelero cada día soportando cuchicheos, abucheos, aplausos interesados, palmaditas en la espala que esconden abrazos de enemigos, si merece la pena luchar por escribir lo que se ve o lo que se siente cuando el único premio será engordar un poco más la lista de enemigos...

Yo, personalmente, no quiero falsos elogios, no quiero falsos amigos de este mundo.

Tengo la sensación de que algunos de vosotros, cuando leais estas palabras, os sentireis identificados. Me da lo mismo. Yo llegué aquí con una mano delante y otra detrás. Y así sigo.

Afortunadamente, (y aunque alguna vez alguien lo dudó), yo no le debo nada a nadie, nunca pedí favores, nunca traspasé esa fina línea de la relación profesional destruida por la venta del alma al diablo.

Si pensais que he perdido las fuerzas para seguir escribiendo, que ha dejado de gustarme teclear en un viejo ordenador lo que pasa en esta maldita ciudad, estais equivocados. Pero quizás ha llegado el momento de replantearnos qué hacemos aquí. Qué sentido tiene seguir la corriente cuando sabes a ciencia cierta que eso te llevará a naufragar en la orilla. Cuántos intereses cruzados, cuánta miseria escondida entre cuatro paredes, cuánta animadversión entre iguales...

Por eso, si me lo permitís, os daré un consejo. A partir de ahora, cuando leais un titular de un periódico, veais las noticias locales o escucheis la radio, poned siempre lo que os digan en cuarentena, preguntaros si acaso había otro sinónimo más acertado, si la intención de quien os lo cuenta era buena o nefasta, releed la información y buscad con atención la filiación del periodista. No os creais todo lo que leeis. Discutid con los vuestros, debatid sobre cosas que enriquezcan la vida pública de una ciudad que no sabe que el asociacionismo desinteresado existe, oponeos a lo establecido por norma, a la tradición secular que nadie cuestiona, cuestionadlo todo, gritad.

Cuando hayais hecho todo lo que os he dicho sereis un poco más libres. Cuando hayais hecho todo eso comprendereis un poco más a quienes firman con sangre y sudor cada noche lo que vosotros leereis mañana.
Ojalá.

2 comentarios:

Miguel A. dijo...

Un 10 nene, un 10.
Ánimos y abrazos.

Anónimo dijo...
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