lunes, 28 de diciembre de 2009

MI CONDENA

Alguien, al otro lado de la puerta, se ha propuesto que no veamos más allá de nuestrs narices cuando el mundo se muere y los pantanos se desbordan.

Es como si tú y yo ya no fuésemos una única persona, como si el invierno a Lisboa llegara antes de tiempo, como si el rugir de los coches no atravesase esta maldita ventana cada madrugada.

De repente escucho mi propio eco. Es el eco de mi conciencia. El eco sordo de la voz que ya no suena, que no dicta, que no nos deja pensar en amanecer a deshora.

Esta maldita lluvia que no nos moja ni siquiera riega los campos. Cualquier día me volveré adicto a las sobremesas, rezaré para que tu dios me oiga, para que a Audrey nunca más se la lleve el viento, para que, en algún lugar no muy lejos, las cuartillas en blanco vuelvan a escoger mi prosa.

Alguien, al otro lado de la puerta, se ha propuesto que no recuerde nada de mi ayer ni de mi mañana. Que Sabina suene a diario, que el cajón guarde con celo mi pasión y mi deshonra.

Alguien, al otro lado de la puerta, ha vencido mi resistencia y quemado mis defensas, ha violado la única regla que pusimos cuando llegamos a la luna, ha montado en cólera y ha sonreido casi al mismo tiempo, sin darse cuenta que su sonrisa era mi vida, y que su pena es mi condena.

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