lunes, 1 de febrero de 2010

A PASAR

Ojos claros, sonrisa a medio dibujar, silueta menuda, gracejo sureño, cortinas azules, pantalones anchos y pendientes.

María rebusca en su bolso pero no encuentra. Lleva apenas media hora en la sala de espera del hospital y ya desespera.

Sóla, contrariada al marcar el número de movil de su amiga del alma y que salte el contestador del aparatito, ella juega nerviosa con su dedo índice y un colgante que lleva.

Cuando suene su nombre por megafonía tendrá que entrar a la consulta. Allí debe desnudarse, mostrarse firme y concreta en sus explicaciones, dejar entrever sus miedos, preocupaciones e infecciones a la doctora.

María es joven, no llega a 20 años. Su novio trabaja en la construcción, ella recuerda cómo lo conoció cuando conversa consigo misma presa de los nervios de la espera en la sala amarillenta y de puertas crujientes donde aguarda su turno.

Sus ojos vidriosos, el espíritu decaido, el alma inquieta por las explicaciones que tampoco logra encontrar en su bolso. Y es que nadie la advirtió aquella noche de que su juerga podría acabar en embarazo, nadie la preparó para ser madre.
Nadie le dice ahora tampoco qué ocurrirá cuando cambie de vida, cuando cruce esa puerta que por fin se abre amparada en la voz aguardentosa de una enfermera que lee su nombre y la invita a pasar...

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