El Mentidero recupera su esencia, aquel olor a apuntes fotocopiados y a bocadillos a 250 pesetas de nuestra juventud.
Ayer estuve allí. Recorrí como hacía muchos meses que no hacía los comercios, las casapuertas, las aceras y el alma de la Cádiz más auténtica.
El Mentidero me devolvió recuerdos que hacía mucho que no tenía, recuerdos que dormían en el olvido selectivo de mi memoria, algunos buenos y otros pésimos, pero todos míos al fin y al cabo.
Cuando paseé ayer por El Mentidero me dí cuenta de que el tiempo pasa muy deprisa.
Y también de que yo, como el buen vino y como aquellas calles, mejoro con los años.
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