jueves, 1 de abril de 2010

EL UNIFORME





Monique enviudó hace dos años. Su marido falleció mientras conducía su flamante motocicleta, comprada con los ahorros de toda una vida como arquitecto de prestigio.

Ella heredó el garbo de su madre, el espíritu aventurero de su padre, piloto en el bando equivocado en la II Guerra Mundial, y el dinero de su marido. Pero no le hacía falta.

Prestigiosa diseñadora de joyas en Berlín, Monique tenía sangre francesa, alemana, y un poco roja.

Nada más enterrar al hombre del que se había enamorado perdidamente años atrás, la mujer de mediana edad a la que toda la vida le habían gustado los espacios libres, tomó una determinación. Se iría a viajar por el mundo, compraría una caravana, una tabla de surf y un par de trajes de neopreno.

Sagres, Suances, la Costa Azul, Bali, Andalucía. Sin destino fijo y rumbo cambiante en función de los vientos, Monique se despidió de su madre en la residencia de las afueras de Dusseldorf en la que residía desde hacía cinco años.

-Mamá. Voy a volar,- le dijo. Su madre entreabrió los ojos y sonrió. A las pocas horas el vendedor de una tienda de autocaravanas le entregaba las llaves a la alemana. Gasolina suficiente para 1.300 kilómetros, un viejo mapa, y muchas ganas de mar eran todo su equipaje.





Monique sale del agua. Baja lentamente la cremallera de su nuevo uniforme de neopreno y siente que ha cumplido el sueño de su vida. Mira a su alrededor, busca con las yemas de sus dedos el tacto de la brisa de poniente de la Loma. Conocía Chiclana y su litoral por su marido, que diseñó para los dueños de una cadena de electrodomésticos alemana una vivienda de vacaciones a pocos metros del mar hace unos años. Se prometió volver y lo ha cumplido.

Monique ha descubierto la paz consigo misma y con los demás.

Monique surfea. Monique ha aprendido a volar.

1 comentario:

Kleinxt dijo...

Monique está cañon!!