sábado, 10 de abril de 2010

ENVIADO ESPECIAL AL CIELO


Hace varios meses que cada noche, antes de dormirme, pienso en cómo sería la vida de Margit.

Aunque nunca supe bien si creer o no, acostumbro a rezar por ella. Recuerdo, o mejor dicho, imagino, cómo pudieron ser sus últimos años, el calvario del cáncer, la vida apagándose mientras esperaba sentencia firme de derribo de su vivienda y algunos vecinos le hacían la existencia imposible.

Margit significó, aún sin conocerla, mucho para mi.
Ella fue (y es), el espíritu que me unio y me sigue uniendo con gente que quise (y quiero) mucho, ese espejo de situaciones duras que no por lejanas son menos dramáticas.

Margit representa el espíritu de aquello que perdimos, de lucha de una vida condenada de antemano a la derrota, Margit supone un halo de esperanza en la vida gris de quienes buscan historias para contarlas.

Hace varios meses que cada tarde voy a Villa Celeste. Hace varios meses que no puedo dejar de pensar en qué podría hacer para estar más cerca de ella, allá en el paraíso desde donde seguramente sonreirá al ver que nosotros seguimos recordándola.

Mañana volveré a hacerlo. Volveré a ir a Villa Celeste.
Yo sólo quiero ser un enviado especial al cielo.

Al fin y al cabo allí sigue aún su espíritu. Y el tuyo. Y el mío.

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