
Deseo.
La última vez que Carmen vino a Barcelona, llovía mucho. Ella tenía la sensación de que aquel viaje de trabajo terminaría convirtiéndose en una experiencia que nunca olvidaría. Ella era por aquel entonces ejecutiva de ventas de una importante compañía farmacéutica. Estaba casada. No tenía hijos. Nada más aterrizar en El Prat alguien se le acercó y le entregó un cuartilla en blanco. -Escriba un deseo. Doble el papel y déselo a la primera persona que crea que tiene capacidad para cumplirlo-, le dijo.
Carmen no supo qué decir, pero sin dudarlo un momento miró la cuartilla, sacó un bolígrafo de su bolso de viaje y anotó en tres líneas salteadas una frase. Luego siguió las indicaciones del desconocido, plegó el papel con delicadeza y esperó sentada en uno de los bancos del aeropuerto.
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