¿Ves como al final todos pasamos por los mismos aros?
Seguramente las mesas de aquel bar no entendiera lo que les dijimos.
Los niños llegan, a veces sin avisar, y siempre deberían ser bienvenidos. Aunque supongan un matchball para las dobles vidas, un último suspiro para los despertares, un cielo inmerecido, un último concierto, una última invitación a bailar.
El chocolate de regalo deja de tener sentido. Ya no merece la pena mirar atrás. Ahora nos toca a nosotros.
Felicidades a todos los que vayáis a ser padres en los próximos meses.
Es lo que tiene la adultez.
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