Lo siento. Lo reconozco. Me gusta James Bond. Desde pequeño, y eso que a mí el cine, y en especial las películas de acción, ni fú ni fá, más bien fá que fú.
Pues eso. Que estoy deseando ver Quantum of Solace, que será una mierda según los primeros críticos de cine del país, pero cuyo sólo título ya merece la pena.
Bond (no pretendo quitar el puesto a mi amigo Bolaños y su blog de cine y otras cosas, que conste), me inspira confianza, ternura, pasión, lujuria incluso. En el buen sentido.
Recuerdo cuando ví mi primera película de 007; y también recuerdo la última. Sábados por la tarde, sin nada más que James y su martinis, con sus coches y sus persecuciones, con sus malos malísimos, con sus chicas de quita y pon, con sus finales felices y su Majestad en el servicio (o era al servicio de su Majestad).
Total. Que lo dicho. Si alguien quiere invitarme ya sabe donde encontrarme. Acepto limosnas. Quiero ir a ver a Bond, y no se si a mi mujer le gustará ir al cine tras años intentando que vaya con ella a ver cualquier cosa, para ver esa película.
Como dije al principio no me gusta el cine. Pero 007 es otra cosa. Es imaginación. Deseo. Poder. Es Fascinación. Erotismo. Elegancia. Pasión. No puede esperarse más de una película que esto, ¿no?.
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