Ahí, está, no, no, la puerta de Alcalá no, sino la Navidad, ese dichoso periodo del año en donde todo el mundo se vuelve amable, te felicitas las fiestas y se intercambia regalos sin ningún sentido.
Las navidades son fechas entrañables cuando se tiene a algún familiar fuera, y poco más. Es un tiempo de melancolía, para tí seguro, para mí sin duda; es una época del año triste, llena de artificios y de luces impostoras. La Navidad me irrita, me vuelve inestable, me afecta como la alergia primaveral y como el intenso calor de un mes de agosto.
Apenas quedan unos días, en cuanto pase el puente de la Constitución, la Navidad estará ahí. Ya hay calles con luces, ya hay escaparates y ofertas de compras imposibles, ya casi ha llegado ese que llaman el espíritu navideño. A la vuelta de la esquina, como quien no quiere la cosa porque el verano terminó hace bien poco.
La Navidad acecha, un año más. Y aquí, para colmo, ni siquiera es blanca.
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