lunes, 17 de noviembre de 2008

INFINITO


Llevo unos días con el cerebro seco, la inspiracion me ha dejado (como tantas otras cosas que amé), y las cuartillas en blanco (convertidas ahora en un maldito ordenador que nunca funciona como debería), se han rebelado contra mí.

Maldita tecnología. Esa tecla que nunca aparece cuando debería, esa cámara de fotos que inmortaliza momentos inolvidables que al rato desaparecen sin que nadie sepa porqué, o ese aparatito para oír a los que me llaman sin matarme mientras conduzco también deben odiarme, porque todos se han puesto de acuerdo en estropearse y en no dejarme dormir tranquilo por las noches.


El cielo es del color de las hormigas, como decía Miquel Erentxun, y yo sigo viéndolo negro, muy negro. El panorama actual es desolador, menos mal que Obama ha venido a salvarnos, que si no...
La crisis no se nota demasiado, al menos a mi alrededor, si no fuera por Telecinco. Bueno, y por los miles de albañiles que se han quedado sin poder salir con 150 euros en el bolsillo para coca, que ya no tienen los bolsillos llenos de billetes morados ganados con el sudor justito. Mejor para ellos.
Al final, lo que quedará en nuestra memoria es que estuvimos en la cumbre del G-20, aquella retahila de coches oficiales llegando a una casa blindada donde todos comieron en una hora lo mismo que yo comeré durante una decena de navidades (más o menos), el sabor de la victoria de que nos apoyaran los países del sur de América y algún otro (cuánto les habremos pagado), y que esa reunión de amiguetes no va a servir para poner orden en el desorden que representa el capitalismo.
Pero vamos, que no voy a seguir diciendo barbaridades comunistas. Para eso tenemos a nuestro ¿amigo?, José Pedro Butrón (que ni es comunista ni casi es ya ná).
Yo sólo quería hablaros de lo infinito, del principio de las cosas, del final que todo debe tener. De la vida, al fin y al cabo. Ya sabeis lo que me gusta divagar, no hacerme mucho caso, en todo caso el caso justo, el caso necesario para que no me vuelvan a entrar las ganas de volar.
Y es que la inspiración, como os dije antes, me ha abandonado. Ha debido irse con Obama y su equipo, seguro que allí está mejor. Esa inspiración que me obliga a pensar y no me deja sentir, esa inspiración que me lleva a repetir frases sin sentido entrelazadas en un ordenador que vuelve a sonar como un helicóptero. Esa inspiración, que al fin y al cabo, sólo sirve para soñar.

No hay comentarios: