A todos esos chupócteros de poca monta les queda poco. El mundo, con su crisis a cuesta, se acaba, y no lo digo yo, lo dicen mis décimas de fiebre, seguramente la más sensata de las voces de mi interior.
Que sepan que pronto el mundo, con su crisis a cuesta, acabará para ellos. Son chupócteros de profesión, chupócteros de devoción, chupócteros de dedicación las 24 horas del día.
Los hay que chupan la sangre a los políticos, incluso los hay que chupan la sangre a los que no son políticos. En Chiclana, como en todos lados, los hay y los conozco. Son muchos, cada día más, y al amparo de una amplia sonrisa, una mirada esquiva y unos lazos supuestamente afectivos, siguen lucrándose de las causas perdidas, de quienes confían en sus semejantes, sangrando sin remordimientos, chupando del bote grande, comiendo de la olla gorda.
A todos esos chupócteros, deciros que os podeis sentir identificados. Sois vosotros, sois cada uno de vuestros amigos. Sois todos unos chupócteros, de aquí y de allí, de este y de aquel otro, de izquierdas y derechas, rubios y morenos, periodistas y ateos, morosos y galanes.
Ahora que os tengo delante, solo deciros que me dais asco. Que chupócteros como vosotros sois los que hacen que desde hace años dejara de confiar en el ser humano, vosotros sois los que me hacen descreido de la bondad que por naturaleza pueda tener un recién nacido.
Olvidaros de mí. Seguir chupando la sangre, convertida en dinero, si quereis. Pero dejadme en paz. Yo nunca seré un chupóctero. El día que lo sea habré perdido mi alma.
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