domingo, 21 de diciembre de 2008

A RATOS SIENTO QUE ANOCHECE A MI ALREDEDOR

A ratos siento que anochece a mi alrededor. Enseguida se ilumina el balcón de nuestros sueños, ese que deja entrever la falda de tu madre haciendo rosquillas, ese que determina el nivel de entendimiento de quien jamás podrá comprender qué hacemos aquí, por qué hemos perdido el último tren al paraíso, o por qué sigo contándote que mi vida es larga, lejana, casi ajena.

Debo decidir lo antes posible si sigo adelante o me quedo aquí, parado, inmóvil, esperando que el cielo deje de llorar, para reconocer tu figura, la silueta de mi Julieta particular. Es como pensar sin tener nada en que hacerlo. Como volar sin alas al modo de cualquier Ícaro al uso.

A ratos siento como si este mundo cruel en el que vivimos fuese demasiado estrecho para mí. Necesito sentir, necesito hablar de lo que me invade, necesito convencerme una y otra vez de que el final del camino no ha llegado, que ni siquiera está a punto de comenzar.

El punto muerto en el que estamos me está desesperando. Puede conmigo la sensación de vacío, de soledad, de inquietud, esa arrogancia maldita, ese malvivir esperanzador que nunca llega. Tal vez es demasiado tarde como para tratar de salvarme. Quizá la solución sea arrodillarme una vez más y reconocer mi derrota en la madre de todas las batallas y en la más ínfame de las conquistas, redimir mis pecados contigo o mejor sin tí. Volver a ser un niño indefenso, maldecir nuestro destino hasta perder el sentido. Tal vez lo mejor sea dejar de vivir.

El mundo gira. Sigue girando conmigo dentro. Pero yo veo atardecer, veo anochecer, amanece y vuelvo a ver atardecer. Es inútil sentirse desaprovechado si la misión que vine a desempeñar a este mundo ya no tiene sentido, si el infierno es mi único estado de conservación ideal. Tal vez sea hora de marcharse. Sin hacer ruido. Como quien no quiere la cosa.

Pasan los días y a ratos siento que cae la noche. Anochece. La poca luz del horizonte se torna amarilla, naranja, roja y violeta. Al final negra. Y todo acaba. Un nuevo ciclo vital ha muerto. Mi vida entra de nuevo en hibernación. La sensación de perdedor nato regresa ésta vez para quedarse mientras los demás van emigrando a tierras mejores, huyendo del hastío que nos rodea, cumpliento etapas y viviendo sueños, quemando recuerdos, aprendiendo y adaptándose a su nueva situación.

Ojalá pronto amanezca. Necesito la luz del día para respirar. Necesito ver con claridad cuál es mi pasado. O mejor, mirar al futuro con la esperanza de quien nace hoy sin recordar que murió ayer, aunque fuese un poquito.

A ratos siento que anochece a mi alrededor. Casi lo ha hecho ya por completo. Tal vez sea hora de arriesgar, de pensar en ganar aunque siempre nos toque perder. A ratos siento que anochece a mi alrededor. Es la vida que me ha tocado vivir. El camino que perdimos. La fuerza del destino que tiene todas las respuestas a tus preguntas pero que nunca deja elegir.

A ratos siento que anoche a mi alrededor. Es tarde para arrepentirse de haberlo sentido.

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