Mientras alguien en la tele desmenuza sus miserias por 10.000 euros yo sigo pensando que el mundo gira cada vez más deprisa.
La lluvia nos amenaza de nuevo, el padel me cansa y el resfriado que me atiza desde hace más de una semana no se mueve de mi lado.
La cervecería alemana de El Puerto me gusta. Anoche me tomé tres de medio litro, y lo pasamos bien.
Hacía meses que tengo la sensación de que la vida hay que disfrutarla. Hace unos días un chico de 22 años murió aplastado por kilos y kilos de quitamiedos que apilaba. Una vez más sucesos como éste hacen que abras los ojos, que busques excusas para disfrutar, que pases de los malos momentos y las tonterías convertidas en molestias, de las uñas rotas, de los reveses indisolubles a la existencia que no merecen la pena que nos la amarguen.
Va por 40.000 euros. El tipo del polo rojo y ojos distraídos reconoce delante de su mujer, su madre y su hermana, que ha ido varias veces de turismo sexual. Las vergüenzas vuelven a quedar al aire y la presentadora corta el ambiente tenso del plató con maestría, saber hacer y soltura.
Maldita vida donde dormir es una de las mejores cosas que se pueden hacer. Maldita vida donde una cerveza en buena compañía sabe mejor, donde el sudor de la frente no cura pero alivia, donde uno tiene que demostrarse a diario que es, que sabe, que puede, que siente, que quiere, que ama, que odia y que muere.
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