lunes, 20 de septiembre de 2010

DO NOT DISTURB (IV)




Agua y Luz.

Mossul llevaba apenas dos años y medio trabajando en Rabat. De padre español y madre tunecina, su esposa estaba de parto justo el día en que a él lo despidieron. Dos horas y dos botellas de licor después de recibir la noticia de que su hijo había fallecido en el parto, Mossul fue al zoco que no frecuentan los turistas y compró un arma. El kalashnikov, de segunda mano, aún se encasquillaba mientras apretaba el gatillo contra todo lo que se movía en el hospital. El resultado, cinco compatriotas y tres turistas ingleses muertos, docenas de medios de comunicación extranjeros desplazados hasta el lugar de los hechos. La seguridad nacional en entredicho.
En la cárcel, apenas había sitio para moverse. Hacinado junto a asesinos de ministros y kamikaces arrepentidos, Mossul se lamentaba por no haber podido llamar a su madre para despedirse. Antes de la hora establecida por el tribunal especial que lo mandó a la horca, uno de los guardias de la prisión se le acercó y le dijo en voz baja. -Alá te espera. Toma este papel. Escribe tu última voluntad; yo haré que se cumpla-.

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