sábado, 21 de julio de 2012

La noche pertenece a los amantes.

Porque la noche pertenece a los amantes, ahora me toca escribir de sueños pasados, de vuelos sin motor, de páginas en blanco rellenadas, regaladas, recontadas, recibidas, recíprocas.

Hace mucho que no escribía. Tal vez demasiado.

Y volver a hacerlo trae de nuevo a mi memoria canciones que había olvidado, relegado, con las que había retozado, recambiado tu nombre por el de otra, llorado, sonreído, abandonado.

La noche pertenece a los amantes y todo lo que hay escrito en los cajones me pertenece a mí.

El viento divide las batallas, hace que ganemos o perdamos tiempo, nos recuerda que somos vulnerables, nos olvida y nos destruye. Y tú estabas ahí casi siempre, cuando mi casa ardía, cuando la soledad era la compañía y las  cuartillas en blanco brotaban sin cesar.

Suena la música de fondo en el viejo tocadiscos que alguien me regaló. Abajo, en la calle, truenan los gritos y balonazos de los niños jugando al fútbol y yo escribo. Años después esos mismos niños son drogadictos, médicos, funcionarios, parados... Y yo vuelvo a escribir.

Porque la noche pertenece a los amantes, tal y como canta Patty con la tez envejecida, arrugada, necia como en la portada de aquel 45 rpm.

Nos hemos olvidado de lo que realmente importa, del abrazo a destiempo, de las palabras amables, del cariño envuelto en papel celofán de segunda mano y descolorido, del color del aliento, de los bolígrafos que se agotan de usarlos, de las poesías de juventud, de las canciones que inventaron los poetas del metro, de viajar sin peaje, del amor.

Cuando envejezcamos podremos contar a nuestros nietos que solíamos escribir, aunque no sirviera para nada.

La noche pertenece a los amantes.


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