martes, 17 de julio de 2012

María



Melena rubia, ojos de gata, marido canalla. María bebe a sorbos la vida, juega con fuego, diluye las penas en cerveza de labios añejos. Cuando sube las escaleras la falda le juega malas pasadas, y piensa qué mala suerte tuvo con aquel chico bien parecido que la pretendió hace un par de años y del que ya solo recuerda su nombre. Marcial.

Cuando gime, María estruja paredes, rompe cristales, detona tímpanos. Aunque se tapa la boca, ella goza de la misma manera que los animales en celo, como si dios crease de nuevo el mundo con un taladro percutor, como una jauría de perros persiguiendo su presa, como una leona.

A mi me gusta decirle que se parece a Scarlett, aquella actriz que salió una vez desnuda y ruborizó a toda la sala de cine. Y es verdad. Se parece. Desnuda frente al espejo, de espaldas, es clavadita a ella, aunque mucho más tersa y joven.

A veces pienso que entre ella y yo todo era platónico. Incluso le conté la teoría incontable a tantas y tantas mujeres. Incluso cené con ella.

Creo que somos almas gemelas. Que en el fondo sus miedos son también los míos, que sus desvelos me desvelan a mi también, y que salvo en los libros, podríamos ponernos de acuerdo en casi todo.

Pero estamos tan lejos...

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